El liderazgo elegido

Es unánime entre los científicos destacar la plasticidad y, por tanto, la capacidad de cambio de nuestro cerebro a todas las edades. Los estudios sobre la mielina, la sustancia que recubre las conexiones neuronales, indican que la repetición de un nuevo comportamiento mejora el aislamiento neuronal implicado en esa actividad y la calidad de la respuesta. Es posible, por ello, la consolidación de nuevos caminos neuronales creados por la repetición de conductas alternativas.

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Los avances en el estudio de la resiliencia vienen a demostrar que la capacidad de reponerse a un periodo de dolor emocional profundo, lo que podríamos llamar “entereza”, se puede desarrollar. Se puede aprender. Afirma Cyrulnik[1] que “no se es más o menos resiliente, como si se poseyera un catálogo de cualidades… La resiliencia es un proceso”.

Por su parte, las teorías epigenéticas están demostrando que la propia carga genética del ser humano se activa de una forma o de otra, a lo largo de una vida, por mor del ambiente. Esto significa una revolución de las teorías genéticas clásicas. Hay genes que se expresan y otros que se inhiben. Siguiendo estas teorías podríamos concluir que, aunque no seríamos responsables de la estructura genética con la que nacemos, sí podemos actuar sobre la expresión del potencial genético que se produce durante nuestra vida. En definitiva, a pesar de la genética, somos más libres de lo que pensábamos. El filósofo José Antonio Marina[2] afirma que la educación altera la expresión genética.

Las personas con desajustes hormonales o químicos severos que afecten a sus capacidades de elección o de percepción tienen, obviamente, este poder de elegir disminuido o incluso anulado. Pero ese no es el caso de la inmensa mayoría de nosotros, que sí somos responsables de nuestras elecciones.

La esencia del liderazgo se puede aprender, se puede desarrollar. Hacerlo es una decisión inteligente y efectiva. Usando las palabras de Seligman, las personas con un liderazgo esencial más sólido tienden a tener vidas más significativas y más plenas. En mi opinión, estas personas contribuyen a crear un mundo más digno. Son parte de la solución al mundo que querríamos ver.

La velocidad a la que vivimos muchos de nosotros nos cierra espacios para la reflexión. A pesar de ello, la necesidad del ser humano de avanzar y de completarse es inmensa. Es esa necesidad la que nos lleva en algunos momentos a detenernos, escuchar, valorar la información y corregir lo que sea necesario. Mientras la disposición a completarnos como seres humanos sea firme, terminaremos encontrando caminos para desarrollarnos y nuestro liderazgo esencial crecerá con nosotros.

Escrito por Gonzalo Martínez de Miguel. Autor del libro “Liderazgo Esencial”


[1] Boris Cyrulnik. Los patitos feos. Editorial Gedisa. 2002

[2] José Antonio Marina. La educación del talento. Editorial Ariel. 2010. En la reflexión completa a la que me refiero, el autor cita como alteradores de la expresión genética, junto con la educación, a la experiencia y a la psicoterapia.

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